Así, frente a la muerte hay dos actitudes: una, hacia adelante, que la concibe como creación; otra, de regreso, que se expresa como fascinación ante la nada o como nostalgia del limbo. Una civilización que niega a la muerte, acaba por negar la vida. (Octavio Paz)
El necroturismo o tanatoturismo ha ganado visibilidad y adeptos en España en la última década; en Europa, la contemplación del arte fúnebre disfruta de mayor tradición. El concepto de cementerio como lugar lúgubre y triste queda atrás también en nuestro país y se comienza a apreciar el interés cultural de los camposantos.
El viejo continente acoge grandes necrópolis, inmensos mausoleos y nichos escondidos que merecen ser considerados museos al aire libre. Conocer otras culturas requiere inevitablemente un paseo entre los caminos de sus cementerios, que brindan hermosas esculturas y riquezas artísticas en memoria de otras vidas. Curiosidades, costumbres, leyendas y estilos se encierran en estos lugares que nos recuerdan en silencio el paso del tiempo.
Únicamente en España, alrededor de una veintena de camposantos están reconocidos como interés turístico. En el continente, existe la Ruta Europea de los Cementerios, reconocida con la mención de “Itinerario Cultural del Consejo de Europa” que otorga valor al patrimonio funerario. El recorrido recomienda medio centenar de ciudades europeas; entre las españolas, Granada o San Sebastián. Esculturas de vírgenes, cruces, ángeles, calaveras, serafines o animales de una ruta que abarca variedades artísticas de gran diversidad, desde el neoclásico hasta el art noveau.
Asimismo, la Asociación Europea de Cementerios Singulares informa sobre los lugares santos con mejores elementos arquitectónicos, rutas o actividades turísticas que allí se celebran. Edimburgo, Viena, Atenas, Oporto, París, Estocolmo, Cracovia, Roma… Es imposible quedarse solo con un puñado de ellos, por eso, realizar necroturismo en cada escapada viajera es indispensable para descubrir rincones más mágicos que tenebrosos.
Cementerio Central de Viena, Austria
El segundo más grande de Europa, después del de Hamburgo. Acoge una capilla de Otto Wagner y descansan músicos como Strauss, Schubert, Beethoven, Salieri o Brahms.
Cementerio Alegre de Sapantza, Rumanía
La aldea fronteriza con Ucrania recoge un camposanto lleno de colorido, pinturas naif y decoraciones con escenas de la vida cotidiana de sus difuntos, gran parte son obra del artista Stan Ioan Patras, cuyos restos allí se encuentran.
Cementerio Père-Lachaise de París, Francia
Un espacio con aires de parque, tumbas entre árboles, esculturas en homenaje a los caídos en la Segunda Guerra Mundial y a los muertos de los campos de concentración. La mirada de decenas de gatos vigilan los restos de personalidades como Chopin, Oscar Wilde, Jim Morrison o Edith Piaf.
Cementerio de Saint Louis, Nueva Orleans, Estados Unidos
Los nichos se encuentran por encima del nivel del suelo, puesto que la ciudad está por debajo del nivel del mar y las lluvias provocaban la inundación del cementerio y que los fallecidos salieran a la superficie. Así, los muertos han sido enterrados en criptas, de los siglos XVIII y XIX, como si fuera un barrio de los difuntos.
Cementerio de Fisterra, Galicia, España
Conocido como el “cementerio del fin del mundo”, la obra del artista César Portela se conforma por cubos de granito que dan la espalda a la montaña y miran hacia el mar desde el acantilado.
Cementerio de Staglieno, Génova, Italia
Se ubica sobre una colina, entre un verde paisaje del valle de Bisagno. Acoge esculturas de gran realismo, que se construyeron por la competitividad de las familias genovesas, quienes financiaban a artistas para conseguir el mejor panteón.
Cementerio de Luarca, Asturias, España
Uno de los pueblos más bellos de España alberga un cementerio con vistas al Cantábrico. No son sus construcciones modernistas las que han concedido notoriedad a este camposanto, en el que se encuentra la sepultura del Nobel de Medicina Severo Ochoa, sino su entorno natural.
Antiguo Cementerio Judío de Praga, República Checa
El escenario data del siglo XV, las tumbas están amontonadas y no se sabe con exactitud cuántas personas han sido allí depositadas. La falta de datos se debe a que la ley hebrea prohíbe destruir o mover las tumbas, por lo que enterraban a sus muertos encima de otros, existen hasta doce capas de enterrados.