En enero de 1.945 el ejército soviético liberaba a los supervivientes del campo de concentración de Auschwitz, casi cinco años después de que abriera sus puertas al horror. Desde entonces, el exterminio nazi ha sido el tema central de multitud de recursos culturales, todos ellos nos han acercado diversas perspectivas sobre la realidad del Holocausto.
A la entrada de Auschwitz se encuentra aún el ahora simbólico cartel que reza Arbeit macht frei (el trabajo libera). Era el inicio de un espacio construido para el sufrimiento judío. En el campo de concentración murieron más de un millón cien mil personas, algunos asesinados, otros a causa del agotamiento debido a las labores forzosas, desnutrición, infecciones o enfermedades.
El campo de exterminio se ubicó en territorio ocupado de Polonia, en Oświęcim, a unos 40 kilómetros de Cracovia. Auschwitz se ha convertido en un enclave donde se rinde homenaje a las víctimas, un punto de encuentro entre infinidad de turistas a los que la historia golpea durante su recorrido por el complejo.
La capital española ha acogido parte de esa atrocidad en una exposición sin precedentes a nivel mundial. Por primera vez, el campo de concentración, actualmente convertido en museo y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, ha traspasado fronteras. Desde el pasado diciembre, Madrid exhibe la mayor muestra itinerante de lo que queda en Auschwitz. El estreno mundial ha tenido lugar en España, a partir de junio, sus piezas viajarán por otras catorce ciudades, siete europeas y siete norteamericanas.
Auschwitz, la exposición que abre los ojos al mundo
Difícilmente se olvida una exposición que acerca al espectador la barbarie nazi a través de más de 600 objetos originales, gran parte procedentes de la colección del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau.
La muestra ha obtenido una gran aceptación por parte del público. Las largas colas que cada fin de semana rodean el madrileño Centro de Exposiciones Arte Canal, se traducen en doscientas cincuenta mil personas que ya han visitado o tienen sus entradas para transitar durante horas este espacio.
La colección no ha estado exenta de polémica, a las críticas muy positivas de quienes se han sobrecogido con este relato, se suman los comentarios antisemitas y negacionistas. Las redes sociales han sido caldo de cultivo de mensajes de odio, acusaciones de falsificación o el discurso de que aspectos como las cámaras de gas jamás existieron. El racismo y las teorías conspiranóicas demuestran porque es esencial no olvidar el pasado, porque es imprescindible conocer la historia, las masacres que ha cometido el ser humano y la necesidad de terminar con la intolerancia y el fanatismo.
Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos.
La experiencia comienza antes de entrar a las salas de la Fundación Canal de Isabel II, el vagón de un ferrocarril adorna sus inmediaciones. El trasporte en el que llegaban a su fatídico destino los miles de prisioneros. Allí viajaban los individuos considerados “subhumanos” para el Tercer Reich: judíos, enfermos mentales, homosexuales, gitanos, prisioneros de guerra… En esos vagones estuvieron apelmazados quienes terminaron sus vidas en cámaras de gas y convertidos en cenizas más tarde.
La exposición proporciona una clase de historia intensa, sitúa al público en los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial y en las estrategias políticas y propagandísticas con las que justificaron llegar a tal masacre.
Avanzando en la colección, se exhiben objetos de las víctimas, algunos de los cuales se han hecho públicos por primera vez. Lo emotivo de la exposición es que también dedica tiempo a ilustrar sobre la vida de quienes murieron, el día a día de los asesinados antes de uno de los capítulos más negros de nuestra historia contemporánea. Genera la empatía hacia personas de toda clase, con vidas que se verán truncadas por el genocidio nazi.
Piezas obtenidas de una veintena de museos y coleccionistas privados han conformado esta obra. Entre lo más destacado, se encuentra un barracón original del campo de concentración, estructuras, pertenencias personales de las víctimas, uniformes militares y de los presos, maquetas y material documental.
El resultado se ha logrado tras años de trabajo e investigación. La exposición es un grito a la humanidad, un golpe a la conciencia de los visitantes. Auschwitz existió hace tan solo unos 75 años, la Europa actual es heredera del Holocausto.
No ha pasado ni un siglo desde que miles de personas lucharan por mantener el aliento, por arañar inútilmente la vida en un intento por salvarla de la crueldad humana. Individuos que pusieron todas sus esperanzas en un último intento, como cada día sucede hoy en el Mediterráneo. La sociedad no puede cerrar heridas que aún sangran, ni puede apartar la mirada de los errores de los que aún no se ha aprendido y continúan generando víctimas. Quizá, en unos años, visitaremos nuevas exposiciones con tintes similares. Quizá un Siria, un Yemen o un Sudán, porque no hace mucho y no muy lejos.
El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. La Historia, como rama científica, se estudia para sacar conclusiones y evitar caer en errores pasados. En la situación actual, como bien expones, podemos estar mirando para otro lado mientras miles de seres humanos están viviendo situaciones similares en Palestina, Siria, etc. Esto ocurre por la pasividad de la población civil, especialmente de occidente, por los intereses de las multinacionales, los medios de desinformación y los intereses de las potencias del planeta.
Gracias por tu aportación, Miguel Ángel. La historia nos enseña las barbaridades que ha cometido el ser humano, pero nos hemos vuelto insensibles a las desgracias de aquello que nos queda más lejos; la falta de interés también conlleva a que sean hechos menos noticiables, a pesar de su gravedad.