Bonnie & Clyde, los forajidos convertidos en mito

Bonnie & Clyde, los forajidos convertidos en mito

Y pienso en Bonnie and Clyde, juntos supieron morir. Mientras tú y yo, la noche eterna, sin fin. (Love of Lesbian)

Ella apoyó la mano en su hombro mientras él giraba bruscamente el volante. Una nube de polvo se veía tras el retrovisor, al desvanecerse continuaban allí. El cigarrillo se consumía en el cenicero, al igual que su oportunidad para escapar. Ambos se miraron, quizá fuera la última aventura. ¿Cuándo dejaron que todo se fuera de las manos? Ya no había modo de pararlo, ni tiempo para arrepentirse. Estaban juntos en esto, poco más importaba. Cada vez estaban más cerca, no era la primera vez y no sería la última. Vivir rápido, huir y no mirar atrás.

 

La atracción por el antihéroe

En 1999 Los Soprano cambió el modo de ver la televisión, fue el comienzo del boom de las series. Asimismo, generó el cariño del público por un asesino, un mafioso atormentado por su lucha interna entre el bien y el mal. El cine, las ficciones televisivas y la literatura en ocasiones consiguen lo que parece imposible, que nos identifiquemos con el antihéroe. Cuando ese personaje de moral ambigua logra enamorar al espectador, la mezquindad de sus actos queda en un segundo plano, nos compadecemos de sus fantasmas y deseamos que, por una vez, no sea el bueno quien capture al malo.

Los ciudadanos estadounidenses afrontaron esa encrucijada de sentimientos encontrados con Bonnie Parker y Clyde Barrow. Este año se han cumplido 85 años del brutal asesinato de la pareja y sus fechorías continúan siendo foco de estudio, películas y relatos. Sus huidas y el amor que se procesaban el uno por el otro fue el combinado perfecto para lograr la simpatía de la sociedad americana, un mito que perdura casi un siglo después. ¿Cómo un país acostumbrado a construir superhombres llegó a mitificar a unos sanguinarios delincuentes?

La crisis financiera del crack del 29 había sumido a Estados Unidos en la Gran Depresión, una generación pasó de vivir en los felices y prósperos años 20 a perder la esperanza de alcanzar el sueño americano. Sentían el hartazgo hacia una clase política incapaz de solucionar sus penurias económicas y vieron en Bonnie y Clyde una burla a la autoridad, los Robin Hood del siglo XX.

Pero nada más lejos de la realidad, en los 24 meses que duró la aventura criminal de la pareja, cometieron hurtos en gasolineras, atracaron bancos, liberaron presos y asesinaron a más de una decena de personas. El reguero de sangre que dejaban a su paso hizo mella en su imagen de héroes y la sociedad comenzó a fantasear con una captura de película.

 

Las vidas adversas que unieron a Bonnie y Clyde

Antes de convertirse en los ladrones más famosos de la época, Bonnie y Clyde no habían tenido demasiada suerte en sus pocos años de vida. Bonnie procedía de una familia humilde y trabajadora, pronto quedó huérfana de padre y su madre se trasladó junto a sus hijas a Dallas. Soñadora, buena estudiante y con un gran gusto por la poesía, con solo 16 años se casa con su amor del colegio, quien la maltrató hasta el fin de la relación, cuando empezó a trabajar como camarera.

La vida de Clyde fue más complicada. La crisis financiera afectó con inquina a sus padres, unos granjeros tejanos endeudados y con dificultades para mantener a sus ocho hijos. Clyde pronto se inició en los pequeños hurtos, que le permitían tener algo que llevarse a la boca. Siguiendo los pasos de su hermano mayor, la dureza de los robos se incrementó, con violencia y asesinatos que le llevaron un par de veces a la cárcel.

Clyde conoció a Bonnie cuando salió de prisión en 1930. Se enamoraron al instante, ella tenía 19 años y él 21. Clyde encontraba dificultades para aguantar en un empleo legal que no terminaba con las carencias económicas, pronto volvió a delinquir y a estar entre rejas. La relación continuó en la distancia, a través de intensas cartas de amor en las que plasmaban sus ganas de volver a estar juntos; Bonnie le escribía poemas que aún hoy se conservan. Desesperada, le hizo llegar una pistola para que escapara y lo logró, aunque fue capturado días más tarde.

Los trabajos forzados y las violaciones eran una constante en la condena de Clyde, quien mató a su violador y convenció a otro recluso que cumplía cadena perpetua para que cargase con el crimen. De ese modo, en dos años obtuvo la libertad condicional y volvió a reunirse con su amada. Ambos conformaron una banda junto a Buck, el hermano de Clyde, su mujer y otros dos compañeros. Al poco tiempo, la policía mató a balazos a Buck y detuvo a su esposa.

 

Amor, robos, asesinatos, huidas y un trágico final

Durante los dos años en los que perpetraron sus atracos, en diferentes estados del país, asesinaron a al menos nueve agentes, sin que las autoridades lograran siquiera acercarse a ellos. Fueron en esos meses cuando la prensa estadounidense puso el foco en ellos, narrando sus hechos delictivos con una mezcla de sensacionalismo y ansias por mitificar a dos personajes que ya posaban en las fotos como auténticas estrellas de cine.

El Gobierno Federal y el estado de Texas acudieron a Frank A. Hamer para que liderara la persecución, un reputado agente que había ganado su fama en sus 20 años en el cuerpo especial de los Ranger de Texas. El veterano había dirigido la lucha de Texas contra el Ku Klux Klan y era conocido por no dudar en utilizar la fuerza más letal en sus intervenciones.

Tras varios intentos de captura fallidos, el FBI comunicó a Hamer el día que la banda pretendía estar en Luisiana para acudir a la fiesta de los padres de un miembro del grupo, les habían delatado. Con Frank Hamer a la cabeza, seis policías tendieron una emboscada a Bonnie y Clyde. Escondidos entre los árboles de una estrecha carretera de Luisiana, esperaron a que regresaran de la celebración.

El resto ya es historia, los hombres de Hamer tirotearon con fiereza a la pareja. Ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar, en cuestión de segundos, decenas de balas impactaron en el Ford V8 que conducía Clyde. El propio Hamer afirmó que se dirigió a Bonnie, ya fallecida, y le disparó dos tiros a quemarropa para rematar su trabajo. Los cadáveres quedaron destrozados y se aseguró que cada uno había recibido más de 50 balazos. Cifras probablemente exageradas, su muerte había iniciado la leyenda.

El amor los mantuvo unidos hasta el final en vida, sin embargo, sus familias no permitieron que yacieran el uno junto al otro. Ambos se encuentran en diferentes cementerios de Dallas, ciudad a la que cientos de personas acudieron para despedirles y que aún sigue recibiendo la visita de curiosos y entusiasmados por la inmortal historia de Bonnie y Clyde, los ladrones y amantes de película.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *