Rostros que delatan deseos ocultos, ingenuidad e inocencia (a veces fingida), risas traviesas, labios carnosos, carmín rojo fuego, piel tersa, pecas, pechos incipientes, roces aparentemente accidentales, miradas cómplices, obsesión inconfesable… Labios carnosos, carmín rojo fuego, piel tersa… y vuelta al primer plano del rostro que muestra deseos ocultos otra vez… Esta sucesión de imágenes no puede faltar en cualquier película que se precie cuya protagonista, situada en una cima inalcanzable, sea una seductora e implacable Lolita.
Esta figura es más que recurrente en el cine. De hecho, si nos paramos un momento a pensarlo, a nadie se le escapa cómo el séptimo arte nos ha mostrado la parte más atractiva del personaje: chicas de personalidad fuerte, seguras de sí mismas, ingenuas pero seductoras, en ocasiones incluso más cercanas en actitudes a las femme fatale (como fille fatale) en su control y poder sobre el hombre (eso sí, a través del sexo).
El mito de Lolita: ¿jovencita seductora o adolescente corrompida?
Quizá la Lolita como provocadora del deseo del hombre es tan sólo un desvío del concepto original de personaje creado por Vladimir Nabokov en 1955. El propio autor afirmaba que: “Lolita no es perversa, es una niña a la que corrompen (…). Lolita, la nínfula, sólo existe a través de la obsesión que destruye a Humbert”.
Por su parte, la filósofa e intelectual feminista Simone de Beauvoir, también en la época dorada, hablaba del “síndrome Lolita” en su ensayo Brigitte Bardot. El síndrome de Lolita (1959) poniendo como ejemplo a la deseada actriz (que ya acaparaba todos los focos un lustro antes de que se publicara la novela de Nabokov). Contrariamente a muchas voces que acusaban a Bardot de fomentar la visión de la mujer como objeto, para De Beauvoir ella era todo un ejemplo de liberación para el género femenino.
Rara vez el cine cuenta la historia a través de la mirada de Lolita. En la obra Poems for Men Who Dream of Lolita de la escritora Kim Morrissey, sin embargo, podemos leer los posibles pensamientos de la joven Dolores Haze (Lolita) que se encuentran muy alejados de la imagen de seducción a la que nos tienen acostumbrados.
Por tanto, llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿la seducción de Lolita puede estar únicamente en los ojos que la miran?, ¿adopta ésta una actitud activa o pasiva en el juego de la seducción?, ¿de qué forma la industria del cine ha degradado el personaje original al servicio del morbo?, ¿el personaje de Lolita ayuda a perpetuar los roles de género a los que estamos acostumbrados?, ¿por qué este personaje no es visto como víctima y se transfiere este rol al personaje adulto masculino?
Con estos interrogantes sobre el papel, nada mejor que ‘entrar en harina’ con algunos ejemplos seleccionados (atendiendo humildemente a mi gusto personal) en los que el personaje- mito de Lolita ha sido interpretado en películas de las últimas décadas. No hay mejor forma que echar un vistazo al registro fílmico para intentar desentrañar si verdaderamente el personaje de Lolita ha sido moldeado a imagen y semejanza de los estereotipos de género que nos acompañan o si, por el contrario, mantiene la esencia naif con la que fue creado el personaje por Nabokov en los cincuenta. Todo un ‘temita’ peliagudo, sin duda…
Sue Lyon y Dominique Swain en Lolita (Stanley Kubrick, 1962/Adrian Lyne, 1997)
Por supuesto, como pistoletazo de salida, no podía faltar la adaptación de la novela de Nabokov que han llevado a la gran pantalla Kubrick de forma magistral en el 62 y, con menos fortuna, Adrian Lyne en el 97. Las actrices Sue Lyon y Dominique Swain fueron las encargadas de poner en aprietos a los hombres seducidos por el personaje de Lolita.
Kirsten Dunst en Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994)
Esa mujer adulta encerrada en el cuerpo pre-adolescente de Kirsten Dunst fue la excusa perfecta para co
nvertir a esta niña vampira en una Lolita. ¿Podríamos decir entonces que una adolescente con mente adulta sería indispensable para construir una Lolita?
Liv Tyler en Belleza Robada (Bernardo Bertolucci, 1996)
La luz del verano de La Toscana nunca sentó tan bien a nadie como a Liv Tyler en Belleza Robada. Sus saltitos por el campo (con vuelo de falta incluido), lametones a espejos, miradas y mordeduras de labio hicieron el resto.
Mena Suvari en American Beauty (Sam Mendes, 1999)
Esa chica popular, reina de animadoras, de envidiable melena rubia, desató los instintos sexuales de un reprimido Kevin Spacey. En esta película, sin embargo, ya vemos la fragilidad de la impostada seducción de la nínfula.
Natalie Portman en Beautiful Girls (Ted Demme, 1996)
Con Portman interpretando a la joven Marty en Beautiful Girls descubrimos una Lolita más intelectual. Su desparpajo, inteligencia y frescura deslumbraron a un Willie (Timothy Hutton) en plena crisis existencial. La secuencia de la pista de patinaje lo dice todo:
Marine Vacth en Joven y bonita (François Ozon, 2013)
En el peligroso juego que comienza el personaje interpretado por Marine Vacth en Joven y Bonita, encontramos dos de los principales ingredientes que no pueden faltar en las historias de Lolitas: la obsesión y la autodestrucción.
Jodie Foster en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976)
La tormentosa vida del personaje interpretado por una jovencísima Jodie Foster conmueve al espectador y clama por una venganza al más puro estilo De Niro. Las cloacas de la prostitución encuentran una víctima fácil en Iris.
Charlotte Gainsbourg en La pequeña ladrona (Claude Miller, 1988)
Claramente la actitud que se nos muestra de la pequeña Gainsbourg es la de tomar partido en el juego de la seducción. El simple gesto de ponerse sus medias de costura trasera, sus tacones y la lencería fina, denota a ojos del espectador su intención por atraer. En este caso, estamos ante una Lolita siempre abandonada que es castigada más allá de sus hurtos. El juicio social es implacable.
Juliette Lewis en El cabo del miedo (Martin Scorsese, 1991)
Scorsese nos presenta a Lewis como una juguetona chica en plena edad del pavo. De Niro se divierte en su flirteo con la muchacha sin demasiado interés, más allá del de intimidar al “abogado”. La joven tentadora vuelve a aparecer una vez más para justificar los deseos del adulto.
María Valverde en La flaqueza del Bolchevique (Manuel Martín Cuenca, 2003)
El perfecto ejemplo de Lolita en el cine español lo encontramos con María Valverde en La flaqueza del Bolchevique. La presentación de la actriz no pudo llamar más la atención. Esta peli se vendió en los medios como ‘una historia de amor’, pero, ¿lo es en realidad?
*Fuentes consultadas:
Obras originales de las que se habla en el texto (literarias y cinematográficas).
Tesis ‘Lolita: mito y representación en el cine de Hollywood’, (Katixa Agirre Miguélez)
Muy bueno, un saludo.