Mitología de las gárgolas que habitan en los tejados

Mitología de las gárgolas que habitan en los tejados

Una antigua leyenda francesa cuenta que, allá por el siglo VII, un monstruoso dragón llamado Gargouille vivía en una cueva cercana al río Sena y sobrevolaba las tierras que acompañaban el cauce a su paso, en la ciudad de Ruan. Cuello escamado como el cuerpo de una serpiente, grandes alas fuertes y fibrosas, hocico afilado y mirada soberbia. Gargouille aterrorizaba a las gentes del lugar y destruía todo aquello que encontraba.

Cada año las gentes de Ruan le ofrendaban un sacrificio humano, intentando que cesara el caos que provocaba con el fuego de su aliento y el agua que lanzaba por la boca. El sacerdote Romanus negoció con los habitantes de la región acabar con el monstruo, a cambio de que se convirtieran al cristianismo. Ruan aceptó y Romanus utilizó la señal de la cruz cristiana para apaciguar el espíritu de la bestia. Gargouille terminó en la hoguera, pero su cabeza, acostumbrada al fuego, no podía arder y la colocaron en lo alto del ayuntamiento. Según la historia francesa, desde entonces las gárgolas servirían para advertir de ese mal que el cristianismo combate.

Las formas demoníacas alzadas en lo alto de las catedrales e iglesias góticas son un referente en la arquitectura de los monumentos religiosos de la Edad Media en Europa. En una época donde la amenaza sobre los martirios del infierno estaba ligada a la religión, las gárgolas servían para recordar a los fieles del peligro y las consecuencias del pecado.

Del nacimiento de las gárgolas a su asentamiento en Españanotre dame

Una de las funciones de las gárgolas es la de canalizar el agua de los tejados, sin embargo, durante años se colocaron como simple
ornamentación de los edificios sagrados. Dragones, unicornios, serpientes, e incluso aves, todos ellos tallados con rasgos hostiles sirvieron para representar el mal en los espacios de culto.

El origen de estas estatuas se erigió mucho antes del medievo, aunque cobrando otras formas animalescas, más amables. Egipcios y griegos esculpían animales en sus monumentos arquitectónicos. El león ha sido representado en las construcciones de diferentes culturas, con significados que van desde la protección, al castigo a través de las fieras.

Animales o seres grotescos, al final estas imágenes siempre han estado relacionadas con las historias mitológicas que justificaban el culto a los dioses. Con el paso de los años, hasta llegar a la Edad Media, el aspecto de las gárgolas se fue endureciendo y terminaron personificando los símbolos de la vileza.

A medida que la arquitectura se modernizaba, la utilización del canalón contribuyó a que la construcción de las gárgolas mermara. A su vez, la falta de restauración de estas figuras podía significar un peligro si a causa de una rotura llegaban a precipitarse al vacío. Aun así, los monumentos del cristianismo siguen conservando esas bestias de complicado diseño.

España no cuenta con una galería tan majestuosa de gárgolas en piedra como las que adornan la Catedral de Notre Dame, en París. No obstante, igualmente se pueden encontrar estas criaturas en la arquitectura eclesiástica nacional. Únicamente Barcelona cuenta con unas 260 gárgolas. La Catedral de Santa Eulàlia, el Pati dels Tarongers, las construcciones de la calle Montcada… En una visita por la Ciudad Condal, será imposible no apreciar este tipo de estatua en sus construcciones con más historia.

Urbes como Sevilla son también prolíferas en estas esculturas. En otras, es necesario agudizar más la vista para llevarnos sorpresas, como en la Gran Vía de Madrid, la Catedral de San Antolín de Palencia, la Catedral de León, en el patio de la Casa de las Conchas en Salamanca… Así pues, ya sabéis, mirando al cielo se descubren los guardianes que observan desde los tejados de las ciudades europeas.

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