Nuestra historia no es tan “nuestra”. Y no es tan nuestra porque la mitad de la población, la perteneciente al género femenino, no ha tenido opciones de participar en ella y, si lo ha hecho, su labor no ha sido reconocida. La historia, si queremos denominarla como “nuestra historia”, no debería estar repleta de lagunas en las que se olvida premeditadamente la labor y la aportación de las mujeres.
En el mundo de la cultura este olvido clama a voces la recuperación de esos nombres femeninos sin los que la historia se escribe a medias, con tachones y huecos en blanco. Si todos y todas recordamos la indiscutible aportación al mundo de la cultura de artistas y literatos como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda o Salvador Dalí, todos ellos cabezas visibles de la Generación del 27, es posible que no nos sean tan familiares otros nombres, en este caso de mujer, como los de Margarita Manso, Concha Méndez, Maruja Mallo o Rosa Chacel. Ellas también pertenecieron a la Generación del 27, aunque no hayan aparecido en la mayoría de los libros de historia y antologías de la época. Son Las Sinsombrero. Hablamos de ellas.
Las sinsombrero: las intelectuales de la Generación del 27
No se puede entender la obra de Las Sinsombrero sin fijarnos en el contexto social en el que vivieron. Tuvieron que lidiar con ser mujeres artistas en la España deprimida por la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Filipinas y Puerto Rico) que destronaban al país del podio de gran potencia mundial. Los españoles se sumieron en una gran crisis moral que se unía a la depresión económica y a la confusión política.
En este contexto caótico se atribuyó a la mujer el papel de engendrar los próximos españoles que devolverían la grandeza a España. Así, tal cual, tan loco como suena. La mujer quedaba de esta forma relegada al espacio privado del hogar con un claro objetivo que cumplir: ser esposa y madre. El esencialismo biológico, junto al patriarcado respaldado por la Iglesia, hacía el camino más pedregoso a aquellas mujeres que deseaban cultivar sus capacidades intelectuales al igual que lo hacían muchos hombres coetáneos.
Ante esta corriente antifeminista, en las obras de las Sin Sombrero existe un denominador común: su lucha por hacerse un nombre en unas circunstancias sociales e históricas nada favorables.
Este escenario en España entraba en confrontación directa con los primeros movimientos feministas y sufragistas que cobraban fuerza en Estados Unidos e Inglaterra, sumados a la incorporación de la mujer al mundo laboral debido a la llegada de la Revolución Industrial y al inicio de la Primera Guerra Mundial que envío a muchos hombres a la guerra, quedándose las mujeres al frente de las economías domésticas. Estos factores dieron alas a la emancipación de la mujer. Llegó entonces al resto de Europa y a Estados Unidos la mujer moderna que vivió su plenitud en la década de los años veinte.
En España, la Segunda República de 1931 reflejó todos estos movimientos que venían del exterior y respaldó la ocupación del espacio público por parte de la mujer. Tal y como recoge la cineasta Tània Balló, autora de “Las Sinsombrero: sin ellas, la historia no está completa”: “Por primera vez, (las mujeres) se sienten sujetos propios y, por primera vez, se presentan ante una sociedad que, aunque las rechace, se ve obligada a mirarlas”. Así nació el grupo de Las Sinsombrero, las mujeres de la Generación del 27, símbolo de una nueva mujer.
El Lyceum Club Femenino, un lugar de hermanamiento intergeneracional
El Lyceum Club Femenino de Madrid está considerado como la primera asociación feminista del país. Inaugurado en 1926, fue el lugar de reunión de dos generaciones de mujeres intelectuales españolas: la Generación del 14 (Clara Campoamor, Victoria Kent, Carmen de Burgos, etc.) y la Generación del 27. Este club de reunión reforzaba la fraternidad entre las mujeres y trataba, tal y como aseguró la propia María de Maeztu a un periódico de la época de: “intervenir activamente en los problemas culturales y sociales de nuestro país”.
Las socias del Lyceum recibieron muchos ataques provenientes de los sectores más conservadores que las tildaban de “excéntricas y desequilibradas”, pero se mantuvo a flote y se convirtió en una importante plataforma cultural en la capital.
En 1939 las instalaciones del Lyceum fueron clausuradas por la Falange y la inmensa mayoría de la documentación del centro fue destruida para no dejar constancia de su existencia. Entonces llegaron los 40 años de Franquismo que provocaron la muerte o el exilio forzoso de los miembros de la Generación del 27, también de sus mujeres.
La Transición Española, historia escrita en masculino
¿Cuántas veces habremos oído hablar de la “modélica” Transición Española? Algunas pensamos que no fue tan “modélica” ya que en aquella necesidad de “volver a empezar” lo más pronto posible, se dejaron de limar muchas aristas que aún hoy siguen puntiagudas. Una de ellas fue la perspectiva de género en la historia.
Después de los años de oscurantismo cultural del Franquismo, el periodo de la Transición quiso recuperar las voces más destacadas de la literatura y el arte exiliadas, pero se olvidó de las voces femeninas que también habían sido desterradas y que regresaron a una España que no las recordaba, ni las esperaba. Rara vez se recogen algunos de sus nombres en los escritos que trataban de reivindicar aquel pasado anterior al Fascismo. Una generación, la del 27, brillante como ninguna otra, sólo escrita en masculino.
¿Por qué se llamaban Las Sinsombrero?
En la España de principios de siglo las personas de las clases más adineradas debían cubrirse la cabeza con un sombrero, tanto ellos como ellas. Era un signo de jerarquía social. Los hombres podían descubrirse la cabeza en espacios cerrados, pero las mujeres no.
A partir de la década de los años treinta comienza el “movimiento sinsombrerista” y muchos señalan un acto público como detonante del movimiento. Fue en la Puerta del Sol de Madrid, cuando Salvador Dalí, Federico García Lorca, y dos integrantes de Las Sinsombrero, Maruja Mallo y Margarita Manso, todos ellos estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, se quitaron el sombrero y pasearon por mitad de la conocida plaza madrileña ante los insultos de los transeúntes.
Este acto, que puede parecer baladí, significó mucho como protesta pacífica ante una sociedad castrante que marcaba la clase social hasta en la indumentaria. Fue el fin de una época y el comienzo de otra. Así, el escritor y periodista Ramón Gómez de la Serna, máximo exponente de este movimiento transgresor decía: “El fenómeno del ‘sinsombrerismo’ es el final de una época, como fue lanzar por la borda las pelucas. (…) Quiere decir ansia de nuevas leyes y permisos, no dejar nunca en el perchero la cabeza (…), ir por rumbo bravo por los caminos de la vida, desenmascararse, ser un poco surrealista”. La modernidad imperante permitió que el no llevar sombrero se generalizase poco a poco.
¿Quiénes son Las Sinsombrero?
Como hemos visto, la Generación del 27 no sólo contó con figuras masculinas de indiscutible trascendencia, las mujeres de esta generación, novelistas, escultoras, poetas, pintoras y pensadoras, derrocharon talento dentro y fuera de nuestras fronteras, pero fueron injustamente silenciadas. Maruja Mallo, Rosa Chacel, Margarita Manso, María Zambrano, Ernestina de Champourcín, Josefina de la Torre, Ángeles Santos, Marga Gil Roësset, María Teresa León y Concha Méndez son algunas de las figuras más destacadas del movimiento.
A través de este enlace podréis conocer más sobre sus historias. También os recomendamos visualizar este documental emitido en RTVE que relata muy bien quiénes fueron y su importancia en la historia de este país y, si queréis profundizar más en el tema, os recomiendo la lectura del libro de Tània Balló “Las Sinsombrero. Sin ellas, la historia no está completa.
Las Sinsombrero en la actualidad
Con el fin de que estas mujeres excepcionales de nuestra historia no se pierdan en el olvido, existen proyectos muy interesantes que intentan poner en valor su aportación a la cultura a través de diferentes vías.
Es el caso del proyecto impulsado por el cantante y compositor Paco Damas que en su sexto disco pone música a los textos de las poetas de la Generación del 27: María Zambrano, María Teresa León, Rosa Chacel, Josefina de la Torre, Ernestina de Champourcín, Carmen Conde, Concha Méndez y Ángela Figuera, en un grito contra la violencia de género, por la igualdad y la visibilidad de la mujer.
En este disco ha contado con once colaboraciones musicales: Rozalén, Carmen París, Marina Heredia, Carmen Linares, Pilar Jurado, La Shica, Roko, Clara Montes, Amparo Sánchez (Amparanoia), Argentina y Cristina del Valle le han acompañado en este proyecto.
Pero además de estas artistas del ámbito de la música, Damas se ha rodeado también de amigas de la literatura, del periodismo y de la pintura: Rosa Regás, Carmen Calvo, Maruja Torres, Ouka Leele, Espido Freire, Ángeles Mora, Ángeles Caso, Ángela Vallvey, Elvira Lindo, Fanny Rubio, Cristina Almeida, Cristina Fallarás, Aurora Luque, Chantal Maillard, Lidia Falcón, Amalia Iglesias y Juana Castro.
Pero la iniciativa de Paco Damas no está solo respaldada por voces femeninas, algunos hombres también se han sumado a este proyecto que rescata del olvido a las intelectuales de la Generación del 27, entre los que podemos destacar a Federico Mayor Zaragoza, Juan José Téllez, Luis Miguel Miñarro, Manuel Francisco Reina, Miguel Lorente, Pedro Enríquez y Rogelio Blanco.
Además del disco con doce canciones y la gira de conciertos, el proyecto “Paco Damas canta a Las Sinsombrero” contiene una plataforma interactiva que puede ser empleada en los colegios para realizar actividades didácticas con el objetivo de ayudar desde la literatura y la música a dar visibilidad a “Las Sinsombrero”.
Fuente consultada: “Las Sinsombrero. Sin ellas, la historia no está completa” de Tània Balló.
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