Helsinki, ¡no te conozco pero ya te quiero!

Helsinki, ¡no te conozco pero ya te quiero!

Fachada de la Biblioteca Oodi

 

Por Ana Valentina Benjamin

Escritora, periodista e investigadora especializada en Derechos Humanos. 

 

De la misma manera que tenemos preconceptos negativos, también solemos actuar guiados por prejuicios positivos. Aunque éstos últimos son amistosos, el funcionamiento en ambos casos es el mismo, porque se trata de ideas construidas sin experiencia previa. Así llega una a Helsinki por primera vez, inexperta y enamorada.

 

Razones para enamorarse a priori, existen. Pero más por pre leído que por preconcebido. Helsinki es la capital de Finlandia, un país que lidera rankings mundiales en excelencia educativa, transparencia política, justicia social, igualdad de género, seguridad… Con semejante familia es fácil caer en las redes del galán sin conocerlo en persona. Helsinki es tan segura como asegura el Foro Económico Mundial. Si la pobreza y el desempleo van de la mano para llegar al terreno de la criminalidad y la inseguridad, pues los números explican el asunto: tasa de desempleo 6,7%; tasa de riesgo de pobreza (o exclusión social) 12%; umbral de pobreza (población que vive con menos de 1 euro al día) 0%, y en la ciudad, según Numbeo, índice de criminalidad 18.35 – Muy Bajo.

Los servicios de salud son gratuitos hasta los dieciocho años y luego la cuota del paciente depende de su nivel de ingresos. Para admirar la política educativa sería necesario un artículo entero, pero su éxito puede resumirse con dos frases de la investigadora Anneli Portman: la educación es “nuestro mayor recurso natural” y “el trabajo más importante de la raza humana”.

 

Apoyo al arte autóctono

En la era del super poder chino aquí pasa otra cosa. La cantidad de fabricación transferida a Asia es limitada. Criterio: fuerza de voluntad y autoconfianza. Resultado: poco made in China y mucho Finnish Craft and Design. Clave: aun en épocas de recesión, Finlandia jamás dejó de subvencionar el arte, los emprendimientos, la educación y los servicios públicos con ayuda de los gobiernos locales y los ingresos de la lotería. Taike, el principal centro de promoción, concede cada año 35 millones de euros en becas que permiten solventar proyectos comunitarios y festivales culturales. Con la misma convicción protegen sus teatros y el Aleksanterin Teatteri es un ejemplo. Saija Nisula, la Directora de Asuntos Internacionales, nos cuenta que el teatro se financia con el alquiler de su sala para ensayos, espectáculos y escuelas. Cobran lo justo para su manutención, ni un céntimo de más; la transparencia comienza en casa, no en el Parlamento.

Apostar al arte, sin embargo, tiene sus obstáculos incluso en la virtuosa Helsinki. Saija comenta, preocupada, el duelo que batallan hace un tiempo el Ministro de Cultura y el de Finanzas; éste pretende vender el teatro para que el comprador invierta los cuarenta millones de euros necesarios para su remodelación. Preguntamos por el peligro de que sea comprado por algún magnate -estilo Pato Donald T.- y convertido en un casino, pero Saija dice que ello es imposible “porque es una inversión sin beneficios, el dinero irá todo para el teatro”. He aquí una clave de su feliz autoctonía: un espacio teatral incorruptible que es negocio solo para sí mismo y sus artistas. Aunque el contento no es algo exclusivo de los creativos: sobre la felicidad finlandesa tan escrutada dicen los propios finlandeses que sencillamente se trata de una “falta de infelicidad”; no una dulce apatía sino un optimismo sensato y la satisfacción por lo que tienen. Claro que tienen mucho, pero no han nacido teniéndolo, sino a fuerza de trabajo.

 

La ciudad y sus cosas

Para quien no tolera el frío y gusta comer pescado sin culpa, octubre es un buen mes para visitar Helsinki, porque en la Plaza del Mercado se lleva a cabo la Feria del Arenque, una de las tradiciones más antiguas de la ciudad. Además de platos típicos de pescado, pescados en forma racional y no a lo bestia (por arrastre, como en Noruega), hay puestos de productos artesanales. Aquí, ya sabemos, lo unico made in China son algunos turistas. Frente a la Feria se encuentra el emblemático Allas Sea Pool que tiene piscinas al aire libre de agua dulce climatizada y de agua de mar; los helsinguinos adoran bañarse a la luz de la luna, aunque el frío congele los huesos. Para descongelarlos siempre habrá a mano un sauna, otra pasión local.

 

Allas Sea Pool de día. ©Allas Sea
Allas Sea Pool de día. ©Allas Sea

 

Octubre también es ideal para alquilar una bicicleta (el Hotel Indigo Helsinki Boulevard ofrece bicis sin cargo, ¡recomendable!) y llegar pedaleando hasta el Parque Sibelius, en una ruta que pasa por una bonita zona residencial y por el Regatta, un barcito encantador a la orilla de un lago. Si hace demasiado frío y no hay coraje para bicicleta, el Tour en autobús merece la pena. Hace un recorrido que termina en la Catedral luterana, tan imponente como pequeñas las callecitas, que salen desde ahí con sus tiendas de artesanías y se enredan en un paisaje de romance y abedules. La madera de abedul, alma máter de su industria artesanal, desprende un aroma dulce irresistible que hipnotiza.

Fuera del recorrido, al Bar – Restó Kappeli ¡hay que ir! Por su historia de alcurnia, su pastelería exquisita y un ambiente que parece salido de una película De Culto. Museos y teatros hay muchos y muy bellos. El Aleksanterin Teatteri ya mencionado, que produce 230 piezas por año, merece una visita por su arquitectura, su historia y el nivel artístico de sus producciones, como el “Universo” de Katja Lundén. Hay algunos sitios admirables conceptualmente, como la Biblioteca Oodi, una maravilla arquitectónico-social con espacios únicos para gozar de la lectura; y el Hospital de Niños, que parece más un espacio recreativo que una institución médica. Tiene una biblioteca y una escuela para que los pequeños pacientes de larga convalecencia puedan seguir estudiando a su ritmo.

 

Recepción Hospital de Niños. ©Sinikka Halme
Recepción Hospital de Niños. ©Sinikka Halme

 

La ciudad y su gente

En el mercado, una charla informal con un artesano recala finalmente en la pregunta trillada sobre el frío extremo. La respuesta nos deja fríos: “50° bajo cero no es problema para mí; yo sufro con +25°, eso sí es un problema”. En la vitrina de otra tienda más elegante, dos ojos nos clavan la vista: enrollado alrededor del cuello de un maniquí, un zorro nos mira resignado. Es una de las tantas tiendas que vende abrigos de piel, no apta para veganos y otras religiones. “No es lindo matar animales pero necesitamos abrigarnos” dice la vendedora con sentido práctico y añade: “pero tenemos muchos bosques, mucha naturaleza, mucha fauna”. Subtexto: no tenemos nada que esté en vías de extinción y mucho en stock. Luego redirecciona hacia el marketing: “nuestra Firma es ecológica, trata bien a los animales, se crían en grandes espacios y…”. Una niña interrumpe: “¿Cómo matan al zorro azul?” pregunta a quemarropa. La vendedora: “shock eléctrico, pero no…”. Ya estamos saliendo de la tienda, cuando concluye: “…sufren nada”. Imposible saberlo; ningún zorro ha vuelto del shock para confirmarlo.

El Premio de Literatura “Atorox” se otorga anualmente al mejor relato de ciencia ficción. Parece que el género femenino tiene mucha tela para la imaginación, porque en los últimos catorce años lo ganaron diez mujeres, entre ellas (y dos veces) la helsinguina Jenny Kangasvuo. Daniel Katz (Helsinki, 1938), un importante autor de la literatura local contemporánea, habita en la sugestiva frontera ficción – realidad. Debutó en 1969 con “Mi abuelo llegó esquiando”, una descripción deliciosamente humorística del exilio de su familia desde Rusia a Finlandia. Ahora nos dice con picardía: “Yo era un humorista… y ahora no encuentro de que reírme”.

Pero el personaje nacido en Helsinki más importante del año es, sin duda, Sanna Marin, la primera ministra más joven de la historia, con su gabinete 100% sexo femenino elegido en las elecciones de diciembre pasado. ¿Qué pensaría de este suceso Miina Sillanpää, la primera mujer ministra de Finlandia electa en 1926? ¿Qué diría la escritora L. Onerva, esa que osaba ir a tomar el té al Kappeli sola, sin compañía masculina? Quiza citaría una frase de uno de sus poemas, “quiero darle un resplandor a mi momento, quiero brillar…”, que bien resume la transparencia finlandesa, el alma joven helsinguina y el brío femenino al timón.

 

Artículo escrito por Ana Valentina Benjamin. Escritora, periodista e investigadora especializada en Derechos Humanos. Autora del ensayo periodístico con perspectiva de género La Ley del Escorpión (Ediciones Suricata, 2017).

Imagen de portada: Fachada de la Biblioteca Oodi.

 

 

Bar-Restó Kappeli. ©AVB
Bar-Restó Kappeli. ©AVB

 

City of Helsinki Central Library Oodi
City of Helsinki Central Library Oodi

 

Catedral de Helsinki. ©AVB
Catedral de Helsinki. ©AVB

 

Mercado del Arenque. ©AVB
Mercado del Arenque. ©AVB

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *